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Implicaciones psicológicas de la emigración

Implicaciones psicológicas de la emigración

La migración forma parte de la historia de la humanidad. En cada tiempo, país y persona tendrá diversas manifestaciones y características en las que intervienen múltiples factores. Lo que si es un denominador común de la mayoría de las personas que han emigrando, es la vivencia y el sentimiento de desarraigo emocional, ante todo aquello que se dejó. 

El desarraigo produce una desestructuración temporal que nos hunde en un estado de nostalgia por lo que dejamos, para no sentirnos perdidos y reconectarnos con nuestras raíces; sin embargo no es saludable quedarnos mucho tiempo en este proceso, pues se convertirá en un gran obstáculo para superar el desafío que tenemos por delante, el cual implica procesar y superar las pérdidas vinculadas a nuestro pasado y dar paso al futuro con sus nuevas posibilidades.

El proceso migratorio nos coloca ante una situación emocionalmente compleja. Dicha complejidad nos hace experimentar sentimientos contradictorios y ambivalentes; por un lado sentimos sufrimiento, dolor y tristeza, ante las múltiples pérdidas, y por el otro nos sentimos esperanzados por alcanzar un futuro mejor, que nos impulsa y llena de energía para luchar, sobrevivir y abrirnos camino en un nuevo país.

Ambas situaciones generan procesos opuestos en cuanto a su dirección; el dolor y la tristeza nos llevan a la quietud, el aislamiento y la reflexión; mientras que, la esperanza, nos impulsa a la acción, el afrontamiento y la búsqueda de nuevas oportunidades. Entre estas dos tendencias emocionalmente opuestas, se establece un puente de conexión por medio de la ansiedad y la incertidumbre que, dependiendo de nuestros recursos internos y externos podremos manejarlos mejor o peor.

Si logramos movernos entre una polaridad y la otra sin irnos a los extremos, conseguiremos llegar a puerto seguro, que en este caso consiste en conseguir la adaptación y la biculturalidad.

Exigencias psicológicas y emocionales de los inmigrantes

Desde el punto de vista psicológico y emocional el inmigrante tiene que hacer
frente a cuatro procesos psicológicos, estos son:

  • Elaborar las pérdidas y el duelo por todo lo dejado.
  • Hacer frente a múltiples situaciones que generan ansiedad y estrés para
    garantizar la supervivencia.
  • Adaptarse a la nueva cultura y país al que se llega afrontando el estrés aculturativo.
  • Mantener aspectos de nuestra identidad y reconstruir otros.

Estos cuatro procesos son dinámicos, y no siguen una secuencia lineal, en un momento cobra mayor fuerza uno, en otro momento otro. Un mismo proceso puede reactivarse varias veces, hasta que finalmente logramos alcanzar la necesaria continuidad vital.

Cabe destacar además que el proceso migratorio visto de manera global y considerando la variable temporal, es un proceso largo que toma años. 

Duelo migratorio 

Al emigrar sufrimos pérdidas y múltiples separaciones que nos colocan en un estado de duelo. El duelo migratorio es un duelo ambiguo, debido a que nos hemos ido de nuestro país, nos separamos de nuestra tierra, pero la tierra sigue allí, el país sigue su curso y simultáneamente el anhelo de regreso o su posibilidad sigue viva.

Pauline Boss (1999) fue quien propuso el término de pérdida ambigua, que se presenta cuando la pérdida es confusa, incompleta o parcial. Estas pérdidas se ven en dos situaciones: en personas desaparecidas cuyos cuerpos no se encuentran (manteniendo a sus dolientes en una espera abierta) o en personas que siguen físicamente presentes pero psicológicamente ausentes (Alzheimer). La migración presenta ambos tipos de pérdida. Por un lado, la gente y los lugares queridos están físicamente ausentes, y al mismo tiempo, están agudamente presentes en la mente del inmigrante.

La ambigüedad, hace que sea un duelo de difícil elaboración, ya que la situación de pérdida permanece confusa y sin aclararse. Nos fuimos del país, lo vivimos como una pérdida pero, el país sigue allí.

Características del duelo migratorio

El duelo migratorio tiene una serie de características muy particulares que lo diferencian de otros duelos. Veamos los más importantes:

  • Es un duelo ambiguo, difícil de procesar.
  • Es múltiple: implica separaciones o pérdidas múltiples.
  • Tiene etapas, no es lineal y pueden ocurrir estancamientos.
  • Moviliza pérdidas anteriores.
  • Se realiza en un lugar desconocido, sin nuestros vínculos cercanos.

Etapas del duelo:

  • Negación: puede ocurrir en varios momentos del proceso, pero ocurre con más frecuencia al principio, para amortiguar el impacto. En esta etapa se vive como si se estuviera de vacaciones o como si fuera una situación temporal. Otra forma de negación es idealizar el lugar de llegada “todo aquí funciona, es mejor, no extraño nada de mi país”, etc.
  • Rechazo: se hacen continuas comparaciones y evaluaciones negativas propias y del entorno. Es frecuente escuchar frases como: “en mi país esto no ocurre”, “aquí las cosas son peor” “aquí la gente es antipática, indiferente…”. En esta fase se movilizan nuestros aspectos sombríos, incluyendo nuestros prejuicios.
  • Aceptación: Implica entender donde se está, comprender que las diferencias no son mejores, ni peores y que el que tiene que cambiar e integrarse es uno.
  • Restitución: reconstrucción emocional y del mundo interno. El proceso migratorio se convierte en un proceso y oportunidad de cambio, de reconstrucción de la subjetividad y desarrollo de habilidades nuevas.

El tránsito por las etapas es individual, cada quien hará su proceso de acuerdo a las circunstancias externas e internas que cada quien tenga.

¿Qué ocurre cuando nos estancamos en el proceso de elaboración del duelo?

Cuando nos mantenemos por mucho tiempo en una etapa y no logramos adaptarnos, podemos desarrollar lo que los profesionales de la Salud Mental han llamado el Síndrome del Emigrante con Estrés Crónico o Síndrome de Ulises (Achotegui). 

Los síntomas los podemos agrupar en las siguientes categorías:

Síntomas emocionales: tristeza, soledad, miedo, rabia, impotencia, frustración, culpa y autorreproches (por aquellos que dejamos), ansiedad, incertidumbre, sentimiento de desamparo, vulnerabilidad, embotamiento, desesperanza, insensibilidad, etc.

Síntomas físicos: insomnio o alteraciones en el sueño, dolores de cabeza y musculares, fatiga, falta de energía, palpitaciones, opresión en el pecho, sequedad en la boca, gastritis y en los que tienen enfermedades crónicas, alteraciones significativas en el control o regulación de la enfermedad.

Alteraciones en el pensamiento: confusión, pérdida de memoria, preocupación, pensamientos intrusivos o desagradables, sentimientos de extrañeza propios o ante el mundo, dificultades para concentrarse y prestar atención, etc.

Alteraciones en nuestro comportamiento: trastornos de alimentación (comer poco o mucho), aislamiento social, sueños recurrentes, suspiros, hiperactividad, llanto, desasosiego, evitación de situaciones, desorganización, limpieza y arreglo de nuestra casa u objetos personales, revisión constante de las finanzas, despilfarro de dinero y justificaciones, conductas evitativas como tomar alcohol, drogas, etc.

Impacto en la pareja y la familia: discusiones, reproches, posiciones contrarias de la pareja ante los asuntos importantes de la familia: hijos, crianza, finanzas, trabajo, prioridades. Los hijos pueden presentar disminución en el rendimiento académico, conductas rebeldes, explosiones de ira, reclamos, tristeza y rechazo a la nueva situación de vida.

Cabe destacar que todos éstos síntomas se consideran reacciones normales (van y vienen) durante el proceso migratorio. Estos síntomas por sí mismos suelen remitir y pueden reaparecer en circunstancias de gran tensión y ansiedad.

Estamos ante un problema mayor cuando se instalan de manera perenne o crónica en la vida de las personas, impidiendo enfrentar adecuadamente las tareas de supervivencia y adaptación.

Si esto ocurre, es necesario buscar ayuda y apoyo tanto profesional, como de personas o instituciones que estén en capacidad de atendernos, ya que de no hacerlo puede afectar seriamente nuestra salud física y mental.

Emigración e identidad

Cuando se es inmigrante, cambia nuestra identidad y este cambio es para siempre. Se es inmigrante en el país al que llegas, pero si en algún momento (luego de un tiempo prolongado) te regresas al país de origen, allí también te sentirás inmigrante y diferente a quienes no han pasado por este proceso.

Recuerdo que en mi infancia y juventud, estuve rodeada de muchos italianos, españoles y portugueses inmigrantes (incluyendo a mi padre) y notaba cómo estas personas a pesar de haber emigrado hace muchos años, seguían anhelando su tierra (la que habían dejado), y cuando iban de vacaciones y regresaban, comentaban que se sentían extraños. Ir de vacaciones estaba bien, pero quedarse a vivir no. Esta situación me hace recordar un trozo de la canción de Facundo Cabral que dice: “No soy de aquí, ni soy de allá”.

Esta idea de cambio de la identidad genera confusión en muchas personas, aduciendo que ellos son iguales. Los cambios de la identidad no quieren decir que toda nuestra identidad cambie, hay aspectos centrales que se mantienen y son necesarios que continúen. Lo que si es cierto es que de ahora en adelante nuestra identidad estará atravesada y construida sobre la base del proceso migratorio.

Recuerdo a mi querido terapeuta y analista el Dr. Luis Sanz, cuando me decía que la migración la podemos entender como un proceso inmunológico: cuando estás en el país desarrollas defensas que te permiten la adaptación y el crecimiento y cuando te vas pierdes esas defensas y aparecen otras nuevas para hacer el mismo proceso en el país al que llegas. Si en algún momento decides regresar a tu país de origen te encontrarás desadaptado, diferente y quizás hasta fuera de lugar. Tu país, tus amigos y tú mismo no serán los mismos.

Nuestra identidad también cambia, pues las condiciones de vida son distintas, esto implica hacer cosas diferentes, que nos exigen desarrollar habilidades nuevas, ejercer roles desconocidos, desarrollar una mayor flexibilidad mental y ampliar nuestra mirada y la de nuestro entorno. Yo diría que este es uno de los aspectos más beneficiosos y enriquecedores de este complejo proceso.

Comprender y aceptar que este cambio es necesario es muy importante, ya que nos permite disminuir nuestras resistencias y poder hacer frente a las situaciones que se nos presenten sin quedarnos fijados melancólicamente al pasado.

Ambigüedad e incertidumbre

Este estado es muy poco tolerado por nuestro Yo, al cual le gusta sentirse en control y capaz de enfrentar todo lo que se le presente. La forma menos traumática y más cercana a la realidad de asumir este estado es llevarlo día a día o vivir el presente. Aquí el lema que usan en alcohólicos anónimos nos puede servir de gran ayuda: “un día a la vez”. Focalizar nuestra atención en lo que sí podemos hacer diariamente, nos permite por un lado realizar lo que nos toca sin paralizarnos y enfocar la realidad de un modo realista. La aceptación de la incertidumbre y la ambigüedad nos hace más humildes y efectivos, pues permite que vayamos realizando paso por paso lo que podemos, sin trazarnos metas irreales, titánicas o ficticias.

Estrés aculturativo

Berry en el 2001, describió cuatro procesos de adaptación que se ven en los inmigrantes. Estos cuatro procesos son:

Integración: esta estrategia es la que nos permite alcanzar la biculturalidad que es la manera más adecuada de adaptarse a la nueva cultura.

En este proceso el inmigrante tiene actitudes positivas hacia su cultura de origen y al mismo tiempo establece interacciones cercanas y significativas con los miembros de la sociedad de residencia. Se integran aspectos de ambas culturas.

Asimilación: ocurre cuando el inmigrante mantiene contacto fundamentalmente con individuos pertenecientes al país de acogida y rechaza mantener su propia identidad cultural.

Separación: esta estrategia permite que el inmigrante mantenga su cultura original pero, al mismo tiempo interactúa poco con personas pertenecientes a otras culturas. Es frecuente verlo en grupos de adolescentes que forman pandillas o guetos.

Marginación: como lo dice la palabra, la persona queda marginada o excluida. Ocurre cuando la persona pierde el vínculo e interés con su cultura original y tiene pocas interacciones con los miembros de la nueva cultura, generando un estado de exclusión y discriminación.

Estas estrategias también pueden cambiar, en un momento se puede optar por una y luego se puede cambiar a otra.

Recomendaciones generales 

Como lo dice el subtítulo, aquí encontrarás solo recomendaciones generales que no aplican todas por igual a todo el mundo. El enfrenamiento del proceso migratorio es individual y cada quien debe encontrar su manera más adecuada; sin embargo estas recomendaciones son producto de estudios que se han realizado sobre procesos migratorios de múltiples personas a lo largo de los años y que han dado resultados positivos. 

  • Cuidar la salud física: hacer deporte, caminar, practicar Yoga; comer bien: hacer las tres comidas, respetar los horarios, comer sano; dormir bien: tener hábitos saludables de sueño (higiene del sueño).
  • Mantener una rutina diaria saludable, que nos organice y nos de contención.
  • Planificar actividades diarias con criterio de realidad (ni muchas, ni pocas).
  • Atender las enfermedades preexistentes y ubicar y contactar servicios de salud que atiendan estos aspectos.
  • Relacionarte con amistades de tu país de origen, conversar y contar tus historias acerca del pasado. A los inmigrantes les gusta hablar de su país, contar los detalles de su migración, hablar su propia lengua, repetir las anécdotas y costumbres de sus países. Todo esto sirve para crear una narrativa del pasado y darle significado al proceso migratorio. El contar historias también construye puentes de memoria con los hijos que se crían en otro país.
  • Hacer nuevas amistades con personas del país receptor.
  • Evitar comparar, entender que las cosas son diferentes, no mejor, ni peor.
  • Cada persona es diferente al igual que cada país.
  • Valorar lo que has podido realizar.
  • Ser flexible, tolerante.
  • Conservar los rituales que nos ayudan a mantener la continuidad de nuestra identidad, organizar nuestra vida y contener la ansiedad. Crear rituales nuevos que nos permitan darle significado y sentido a la nueva experiencia.
  • Mantener contacto y crear rituales de conexión con nuestros familiares aún cuando estén distantes geográficamente a través de las redes y medios electrónicos, celebrar los cumpleaños, navidades, aniversarios, envío de ayudas, etc.
  • Hacer que el lugar donde vives sea tu hogar, arreglarlo a tu gusto.
  • Desarrollar habilidades nuevas.
  • Tener hobbies y actividades de esparcimiento.
  • Hacer contacto con fundaciones o instituciones de ayuda.
  • Buscar grupos o ayuda profesional (individual, de pareja o familiar) para inmigrantes, si te sientes desbordado.

Recuerda que cada proceso migratorio es vivido y transitado de manera particular. No te compares y busca ayuda si sientes que es necesario para ti o para tu familia. Esto no es sinónimo de fragilidad o fracaso. Es más bien un indicador de conciencia. 

 

Por: Virginia Calderón, inmigrante en Madrid.

 

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