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¿”Emociones negativas”? y el agua

    ¿”Emociones negativas”? y el agua

    El agua es un elemento primordial para la existencia y el mantenimiento de la vida. Nuestro planeta y organismo está compuesto en su mayoría de este vital elemento.

    Es habitual asociar el agua con nuestras emociones y son muchas las razones que nos llevan a ello. Su continuo movimiento ondulatorio, la importancia de fluir por su cauce natural, la energía que moviliza la cual es mayor en la medida que aumenta su caudal y su capacidad de dar vida y hacernos sentir vivos. El agua es un símbolo de lo inconsciente y de lo profundo.

    Las emociones, son esenciales para la existencia de la vida psíquica. Ellas nos animan, nos mueven, nos revitalizan y nos cambian.

    Una psique que no es capaz de conectarse con sus emociones es un psique desolada, seca, estéril y pobre, pues ha perdido el nexo con la profundidad.

    Desde hace algún tiempo vengo escuchando y leyendo con preocupación una tendencia a etiquetar o clasificar las emociones como buenas y malas y lo que es peor aún, se nos dice que debemos desechar o desconectarnos de ciertas
    emociones y sentimientos tales como: la rabia, la tristeza, el miedo, la envidia o los celos, dando como argumento que son negativas y nos hacen daño. Esto ha llegado a calar tanto en el colectivo, que muchas personas creen que es posible y saludable, “deshacerse” de manera “voluntaria” de estas emociones naturales y esenciales. Piensan que la salud está ligada a alcanzar y permanecer en un estado de felicidad, alegría y optimismo constante.

    Ante esto me hago varias preguntas: ¿qué hacemos con las emociones y sentimientos cuando se nos muere un ser querido?, ¿cuándo perdemos la salud?, ¿cuándo ocurre una tragedia, ¿cuando somos abusados o violentan nuestros derechos o violentamos a los otros?, ¿cuando nos roban?, ¿cuando nos maltratan, ¿cuando tenemos que salir corriendo de nuestro país de manera forzada?, ¿cuando abandonan a un niño o maltratan un animal?, ¿cuando nuestra vida corre peligro?, ¿cuando nos traicionan o traicionamos?, ¿cuando ocurre un homicidio?, ¿cuando torturamos o nos torturan?, en fin cuando ocurren situaciones personales, colectivas o naturales que nos colocan frente al dolor, la injusticia, la tragedia y la fuerza incontenible de la naturaleza.

    No creo que exista una respuesta única, universal o precisa para esto; sin embargo negar, suprimir o evadir nuestras emociones es contranatura y psíquicamente insano; tanto a nivel individual como colectivo.

    La supresión o negación de las emociones genera a nivel colectivo un estado de vacío y desalmamiento, muy parecido a lo que conocemos como psicopatía.
    Otra manifestación patológica es la cada vez más frecuente proliferación de
    personalidades narcisistas, infladas y egocéntricas. En ambas un aspecto que tiene en común, es el ansia de poder, de superioridad y de control; así como también el ataque, a lo amoroso y a la vulnerabilidad. Estas características provienen de una carencia de Eros y una falta de profundidad psíquica.

    Es necesario saber que la supresión o negación de las emociones no las desaparece, muy por el contrario, las hunde en el inconsciente y allí cobran fuerza y se vuelven monstruosas. A nivel consciente se produce un estado de frustración, hastío, despersonalización, resentimiento e incapacidad para amar e insensibilidad frente a la humanidad propia y a la ajena. Simultáneamente en el inconsciente, se produce una gran acumulación de energía que al manifestarse explotará como un volcán o un tsunami que arrasará con todo.

    Edward Whitmont en su libro el retorno de la diosa, nos plantea que la no aceptación de los impulsos violentos y yo diría que de todas aquellas mal llamadas “emociones negativas”, produce en nuestro ego y en la psicología colectiva una gran atracción hacia la violencia, la destrucción del orden, el deseo de causar daño corporal y la muerte. Whitmont nos dice: 

    “La violencia actual se perpetra, en proporción creciente, de una forma indiscriminada y sin causa contra jóvenes y viejos, y en situaciones cotidianas y ordinarias. No parecen desencadenarla ni la cólera ni la necesidad económica, sino la embriaguez de satisfacer el anhelo sádico de poder”.

    Actualmente, las películas de asesinatos, caos, violencia y personajes como el Joker se han vuelto famosas y fascinantes, pues nos conectan con los impulsos, y emociones que yacen en nuestro inconsciente. El Joker es una figura que carga sobre si una historia de rechazo, exclusión, maltrato y abuso, que está sumido en un estado depresivo y psicótico, lleno de resentimiento y violencia.
    Por donde pasa genera caos y rompe de forma violenta con las estructuras rígidas del colectivo, sin un plan preconcebido. Es llamativa la fascinación y polémica que ha producido la última película sobre este personaje, quizás esto de deba a que nos conecta con las emociones que tenemos suprimidas en lo inconsciente y nos pone a reflexionar sobre el estancamiento, vacío y pérdida del alma que reina sobre el colectivo en la actualidad.

    En los últimos 20 años ha habido un auge tanto en las redes sociales como en las ventas de libros y objetos con mensajes de pensamiento positivo y autoayuda. La mayoría de ellos nos impulsan a pensar que todo lo que queremos es posible especialmente si nos lo proponemos y evitamos las emociones etiquetadas como negativas.

    Nos venden la idea de que la tristeza, la rabia, el miedo y el fracaso, son producto de una actitud inadecuada la cual podemos cambiar pensando de manera positiva. Quien no lo logra es por su culpa o porque no se ha esforzado lo suficiente.

    Es fundamental comprender que cada emoción y sentimiento tiene una importancia y una función, quizás lo que necesitamos es aprender a encontrarles sentido y permitir que fluyan de un modo natural.

    Quiero continuar la reflexión sobre el agua y las emociones, comentando lo que estamos haciendo en la actualidad con tan vital líquido.

    El agua está sufriendo un trato parecido al de las emociones, para ilustrar eso voy a comentar una noticia que recientemente ha salido con insistencia en los medios de comunicación social. Allí vemos imágenes de nuestros océanos, mares y animales marinos llenos de una abundante cantidad de desechos plásticos y microplásticos. En el museo subacuático de Lanzarote están
    expuestas unas esculturas humanas, las cuales recientemente, fueron cubiertas de plástico para hacernos una idea del daño que nos estamos ocasionando. Al ver esas imágenes me hizo pensar en lo que Juan Carlos Siruana llamó la dictadura de la felicidad o la happycracia, en donde procuramos empaquetar y cubrir con un plástico de felicidad todo, de manera que las cosas y nosotros mismos, tengamos una buena apariencia, donde el orden, la limpieza y las conductas políticamente correctas, sean lo predominante. Tenemos que mostrarnos felices, suaves y exitosos, para ser aceptados, aunque por dentro en el fondo del mar, dentro de nuestra alma, ocurra precisamente lo contrario.

     La sonrisa del Joker la podríamos entender como una imagen más de esta destructiva dictadura de la felicidad. Quiero terminar este artículo con una frase de un texto clave del hinduismo:

    Mahabharata

    “Todo lo que estimula nuestra vida, trayéndonos calor, frío, tristezas, es breve y es saludable. ¡sopórtalo, entonces como lo hace el sabio!.”
    Por: Virginia Calderón M.

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